Hablar del boxeo femenil es remontarnos a las raíces mismas del boxeo como deporte. Los primeros registros de un combate deportivo entre mujeres son de principios del siglo XVIII en Gran Bretaña. Datos históricos revelan que la campeona más antigua de que se tiene registro es la londinense Elizabeth Wilkinson, quien debutó como profesional en el año de 1722.
Entre 1975 y 1978 algunas mujeres solicitaron permisos para boxear en los diversos estados de Estados Unidos, pero fue a raíz del exitoso juicio de las boxeadoras Cathy “Cat” Davis, Jackie Tonawanda y Marian “Lady Tyger” Trimiar que enfrentaron contra el estado de Nueva York por el rechazo de sus licencias, que se orientó la atención pública hacía el boxeo femenino.
Después de muchos años de intensa lucha por parte de las púgiles, en 1993 la USA Boxing, reguladora del boxeo amateur en Estados Unidos, aceptó el boxeo femenil en todo el país.
Sin embargo, muchos expertos aseguran que el nacimiento del boxeo femenil moderno se dio el 15 de marzo de 1996 con el encuentro entre Christy Martin y Deirdre Gogarty, a pesar de no ser la pelea estelar, el boxeo y el coraje de las dos féminas dentro del ring sorprendió a la afición.
Nadie puede negar que el boxeo femenil es ya una realidad, las mujeres han demostrado que tienen todo lo necesario para estar arriba de un ring y ofrecer un espectáculo de talla internacional que no le pide nada a una pelea varonil.
Hoy en día son cada vez más las mujeres que dejan su faceta de madres, esposas, etc. para colocarse los guantes y subir al encordado a dejar el corazón, buscando esa oportunidad de coronarse campeonas; de dejar huella en su paso por los encordados.
Hoy en el Día Internacional de la Mujer, el Consejo Mundial de Boxeo reconoce a todas las mujeres en general, pero sobre todo a nuestras campeonas y guerreras que con su entrega, carisma, profesionalismo, dedicación, disciplina y sobre todo mucho corazón, nos han regalado peleas memorables.
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